Agrandando las vitrinas

Y va a haber que agrandarlas bastante, porque este muchacho es muy grande. Y no hablo de grandeza de tamaño (aunque bien le cabe el adjetivo). Hablo de grandeza de jugador, de profesional y –principalmente- de persona.

Michael Jordan, el mejor basquetbolista de la historia y uno de los deportistas más brillantes de todos los tiempos, ingresó ayer al Salón de la Fama de Basquetbol. La frutilla que le faltaba a una carrera con una lista interminable de éxitos y records.

"Todo empezó con una pequeña pelota. Creo que si nos hubieran arrebatado eso, estoy seguro de que hubiéramos tenido una vida difícil, porque así de importante era el juego para nosotros”. El nacido en los suburbios de Nueva York, con seis títulos de NBA y dos medallas olímpicas doradas, todavía tiene la humildad de hablar en plural. "Es un verdadero placer para mi formar parte de ésto, y contrario a lo que piensan, no soy sólo yo el que entra al Salón de la Fama, somos un grupo. Estoy contento de formar parte de este grupo, y créanme, los voy a recordar tanto como ellos me recordarán a mi”. Además de Jordan, ingresaron al “Hall of Fame” David Robinson (San Antonio Spurs), John Stockton (Utah Jazz), y los entrenadores Jerry Sloan (primero en ganar mil partidos con un equipo) y Vivian Stringer (primera mujer en llevar tres universidades distintas al Final Four).

Ni la fama, ni el dinero, ni el éxito han logrado desviar su personalidad. Ni tener una marca propia de ropa creada por Nike, ni un equipo propio de motociclismo han hecho que “Air Jordan” pierda una mínima pizca de humildad. “Que acepte ese calificativo –el de mejor de todos los tiempos- es demasiado para pedir y demasiado para aceptar”. Después de más de 15 años de carrera, y habiendo conseguido una cantidad inmensa de reconocimientos y premios, el cierre de la ceremonia en Springfield (Massachusetts) con sus ojos llenos de lágrimas y una sonrisa de niño lo muestra tal cual es. Grande. Gigante. Único.

Les dejo un vídeo para su deleite

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